martes, 19 de febrero de 2008

Julita, te querré siempre

Aun no tengo claro el momento en que aprendí a quererte, Julita. Cuando te pienso se me antoja mucho que estés contenta y cuando te recuerdo una emoción tierna y dulce invade mi ánimo.

おばあさん, tú y tu manera de entender el mundo despiertan mi respeto, yo te miro y se me antoja ser mucho más de lo que soy, para que tu sonrisa sincera aparezca de repente y para que la satisfacción de mi progreso te alegre el día. Hace rato que me he olvidado de la “haraganería” (simpática palabra de tus labios que impacta serio y muy adentro mi persona) y ahora que nos vemos me alegro de encontrarte y de ver en ti un motivo más para continuar mi camino al éxito. Se lo debo a la vida, a mis padres y a la fuerza de mi corazón.

Pienso en nosotros y la curiosa forma en la que el destino nos ha unido; pienso que podrías haber conocido a otro que no sea yo; y esa idea me pone muy celoso. No te cambiaría por nada ni por nadie. Estoy seguro de que Dios tiene mucho que ver entre nosotros.

Recuerdo a mi abuelita y sus misterios. Ella también tenía fotos de Juan Pablo II y también recuerdo la vez en que puso mi cabeza debajo del manto enorme de la hermosísima imagen de la Virgen María mientras rezaba fervorosamente. Cosas de abuelitas; tan simpáticas y llenas de significado.

Hoy he venido para corresponder todo el cariño que me has dado y para agradecerte el ejemplo de una vida sabia y llena de amor.

Con todo el calor de mi afecto un abrazo enorme para ti, mi muy querida Julita

p.d. Aún no sé como escribir correctamente la pronunciación con la que Renato me enseño a llamarte; es por eso que resolví llamarte Julita. No me tomes como un atrevido, es solo que te quiero. Eso y que “Julita” es muy bonito para mis oídos.

No hay comentarios: